Selvas amazónicas, montañas remotas, formaciones rocosas prehistóricas, aves y animales salvajes, maravillas naturales en las antiguas zonas guerrilleras, se convirtieron en las nuevas atracciones turísticas en Colombia, tras el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC.
El Guaviare, departamento al suroriente de Colombia en donde los pastizales ganaderos se encuentran con la selva virgen de la cuenca del Amazonas, comenzó a recibir grupos de turistas tras la desmovilización de los ex combatientes de la guerrilla más grande del continente y luego de la reactivación económica postpandemia.
Colombianos, franceses y alemanes llegan atraídos por la biodiversidad, las pinturas rupestres que datan de más de 10 mil años, las impresionantes cascadas y los pozos naturales anteriormente invisibilizados por el conflicto armado y el temor a los secuestros.
En el Guaviare se siente el compromiso con la paz de miles de exguerrilleros que, junto a varios campesinos de la región, dejaron de sembrar matas de coca, materia prima para fabricar la cocaína, y decidieron apostar por el turismo sostenible, a proyectos agrícolas y artesanales, con la ayuda de la cooperación internacional y el acompañamiento de las entidades promotoras de turismo colombianas.
Por ejemplo, Abraham Daza, de 70 años, quien antes vivía de la siembra de 2 hectáreas de coca, organizó su finca para que locales y extranjeros accedieran a las majestuosas cascadas que pasan por sus tierras y que él mismo bautizó como «Las Delicias», algo impensable pocos años atrás.
«Yo mismo abrí las trochas con maquinaria prestada y construí un paso de cemento que permite llegar a las cascadas», cuenta. Se trata de una caída de agua de unos 27 metros, rodeada de vida silvestre, en donde se pasean micos, dantas y tigrillos y Abraham cobra unos 3 dólares de entrada por persona.
Por su parte, más de 350 exguerrilleros viven en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) que surgió de los acuerdos de paz en esta zona. Este se ubica a 2 horas de San José del Guaviare, la capital del departamento.
Allí vive Dayana Lizeth Barbosa, de 36 años, quién ingresó a la guerrilla con tan solo 13 años. «Uno ingresa a las FARC por los problemas, un niño que no estudia tiene que trabajar», dice Dayana, quien es parte de los 13 mil reincorporados que dejaron las armas durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
Hoy Dayana apuesta por el turismo sostenible al ofrecer visitas guiadas a los espacios donde asentaron sus viviendas, que parecen más bien un pesebre de 300 casitas. Allí los turistas pueden conocer un campamento que denominaron «Vivencia Turística Reincorporados», en donde los visitantes pueden acercarse a sus historias como guerrilleros, ver cómo vivían, qué comían, en qué dormían y cómo era su día a día.
En tanto, muchos jóvenes colombianos que estudiaron biología, ecología o temas de medio ambiente, vieron en esta zona amazónica un potencial turístico para explotar. Enrique Rosales, de 31 años, oriundo de Guainía, el departamento fronterizo al este del Guaviare, es uno de esos emprendedores convertidos en guías turísticos que llegaron para quedarse.
El Guaviare fue uno de los departamentos más conflictivos de Colombia, en donde operaba el Bloque Oriental de la guerrilla de las FARC, con al menos 4 mil combatientes. Los enfrentamientos con la fuerza pública y los ejércitos privados al servicio del narcotráfico imposibilitaban el turismo. Hoy la realidad es otra. La población local y los turistas agradecen el proceso de paz y piden más compromiso político para sostenerlo.